EDITORIAL: Defender la cultura del diálogo

18-diciembre-2019

Existe un relato recurrente que establece la capacidad de alcanzar consensos políticos como una cualidad de nuestro sistema democrático actual, al menos en sus orígenes, en la transición. En virtud de esa interpretación, nuestra democracia hizo gala de unas altas dosis de consenso y capacidad de acuerdos para, en aquellas circunstancias, construir un escenario político nuevo, de carácter democrático, acorde a los intereses generales de diferentes sectores de la sociedad española.

Al margen de la consideración que nos suscite esa visión, lo cierto es que una mirada a los procesos electorales en España señalan más bien una tendencia a la configuración de mayorías absolutas propensas a la constitución de ejecutivos que pudieran gobernar con las manos libres durante sus respectivas legislaturas, alejándonos así de las dinámicas del acuerdo y la negociación política en el comienzo y desarrollo de las legislaturas. Ya sea porque el resultado de las elecciones dio de por sí la mayoría absoluta a una candidatura determinada, o porque se produjeron pactos previos con formaciones minoritarias del ámbito de alguna comunidad autónoma, lo cierto es que la aspiración de los partidos ha sido siempre la de configurar mayorías absolutas preestablecidas a priori, que no exigieran acuerdos posteriores en el conjunto de los asuntos del Estado.

Esta aspiración resulta cada vez más difícil de alcanzar, a tenor de resultados de las últimas citas electorales. La ruptura del bipartidismo con la irrupción de nuevos partidos en el tablero político ha puesto en evidencia la necesaria recuperación de esta cultura del consenso para alcanzar la gobernabilidad. En ese sentido, los hechos acontecidos a lo largo de los últimos meses han puesto de relieve una preocupante ausencia de cultura política en lo que respecta a la capacidad de acuerdos y logro de consensos para los asuntos de interés general. Esto ha dejado en desamparo a los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad, ante la imposibilidad de realizar políticas que afronten los problemas cotidianos de importantes grupos sociales, que demandan atención. Particularmente preocupante resulta la inacción institucional en materias como pensiones, asilo y refugio, educación, violencia sexista, sanidad o emergencia climática, entre otras. La sensación en gran parte de la ciudadanía es que podría existir un acuerdo amplio en torno a necesarias y urgentes medidas sociales, pero éstas se han aparcado en aras de la búsqueda de mayorías electorales cuasi absolutas o cálculos electoralistas, pareciendo que se hubiera olvidado el verdadero significado de la negociación política o la práctica parlamentaria.

Esta práctica cortoplacista, huidiza de los pactos con quienes no piensan exactamente como tú o no aceptan tus reglas, no tiene sólo consecuencias prácticas sobre los problemas cotidianos de la gente. La ausencia de diálogo tiene que ver también con las dificultades para llegar a amplios consensos sociales sobre cuestiones de fondo o relevantes para la mayoría social, lo que supone un claro indicador de la calidad democrática de nuestro sistema político. Nos referimos a cuestiones como la educación integral, la dependencia, las políticas de reconocimiento y articulación territorial del Estado, el sistema de pensiones, el papel de la religión en el espacio público, el propio sistema electoral, etc. Estas dificultades revelan, a su vez, los obstáculos para construir imaginarios compartidos por valores comunes para el conjunto de la sociedad, que le den solidez y estabilidad. La falta de diálogo político permea en la sociedad, produciendo cada vez una mayor polarización, acrecentando la confrontación en detrimento de la convivencia y condenando nuestra vida democrática a un continuo estado de interinidad y crispación donde todo vale (mentir, distorsionar la realidad, prevalencia de los intereses partidistas sobre los del conjunto de la sociedad, ausencia de autocrítica).

Las noticias de un rápido, e inconcluso aún, acuerdo para un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidad Podemos podrían señalar una incipiente ruptura en esta dinámica. A la espera de conocer el desenlace de esta ya larga historieta, nos parece positivo que distintos actores políticos reconozcan la necesidad de llegar a acuerdos basados en políticas que tengan como objetivo llevar a cabo las medidas económicas y sociales necesarias. Es hora de reconocer que la política en beneficio de la sociedad implica necesariamente dialogar entre diferentes para llegar a acuerdos comunes para el conjunto de la ciudadanía.

Diciembre 2019