8M. FEMINISMO PARA TODAS

La pandemia ha aumentado las desigualdades sociales, que ya se venían agravando desde la crisis económica de 2008. Hay tres millones de personas pobres en España (con predominio de familias monomarentales y personas migrantes); la mitad de nuestros jóvenes están en paro y sigue habiendo sectores reiteradamente maltratados, como las empleadas del hogar, los colectivos jornaleros o las trabajadoras sexuales.

Os presentamos la historia de cuatro mujeres como ejemplo de los muchos retos feministas que siguen pendientes. Retos que afectan a los derechos, al reconocimiento y a los recursos socioeconómicos necesarios para poder vivir dignamente.

Nisrin y Judith son jóvenes. Puede ser que en el futuro formen parte de ese 41,4 % de personas jóvenes que no encuentran empleo y, por ser mujeres, lo tendrán peor. Concretamente Nisrin, por ser migrante, podrá ver reducidas todavía más sus ya angostas posibilidades de encontrar un trabajo, que puede llegar a ser tan precario como el del 45,4 % de mujeres de su edad. Nisrin, por adquirir la nacionalidad española, se ha librado del periplo de otras personas migrantes que, conviviendo en nuestros barrios desde hace años, viven con la amenaza de la expulsión al no poder renovar los permisos de residencia por estar en paro, tras encadenar un contrato temporal tras otro. Pero Nisrin no se ha librado de vivir en condiciones de exclusión (como viven el 28,5 % de la juventud y el 50,4 % de los hogares con migrantes), lo que puede suponer el desahucio inminente de su vivienda.

Por ello, insistimos que la formación y el empleo juvenil deben ser una prioridad inaplazable. Y lo debe ser también la atención a la pobreza y la exclusión social, que incluya la regularización de migrantes que llevan años viviendo aquí, cuidando a nuestras personas mayores o trabajando en otros empleos esenciales.

Judith es transexual. Le ha costado mucho llegar hasta aquí y poder vivirse libremente como mujer. Ha sido «la rarita» del instituto. Ha sido señalada, ha padecido acoso escolar, se ha sentido sola. Se le ha robado el disfrute de su adolescencia. Los niveles de malestar, depresiones e incluso autolesiones entre las personas jóvenes están aumentando. También las agresiones homófobas y sexistas y, en ambos casos, la orientación sexual y la identidad y expresión de género son factores de especial vulnerabilidad.

Judith hoy se siente bien y tiene la determinación de seguir luchando para el logro de retos que compartimos, como que la transexualidad deje de considerarse una patología y se afronte como la realidad social, cultural y política que es. De entrada, es esencial impartir una educación sexual que integre la diversidad sexual y de género en todas las etapas educativas y lograr el reconocimiento y los derechos de todas las personas.

Ninfa es trabajadora sexual y empleada de hogar. A pesar de ello, sus ingresos económicos no le alcanzan para vivir. Los suyos son dos de los empleos más precarios y que han salido peor parados de la pandemia, ya que no han tenido ingresos por no poder trabajar o, como ha sucedido con muchas empleadas del hogar, por haber sido despedidas. Tampoco los ERTE han aliviado su difícil situación: en el caso de las empleadas del hogar, porque frecuentemente trabajan sin contrato por conveniencia de las personas empleadoras y, en el de las trabajadoras sexuales, ni siquiera cuentan con el reconocimiento como trabajadoras, por lo que no podrían cumplir los requisitos. Ninfa, como tantas otras prostitutas, tampoco ha tenido derecho a percibir el IMV.

Apoyamos a las empleadas de hogar en su ya larga lucha reclamando derechos tan básicos como la baja por enfermedad o la jubilación. Los mismos derechos que reclaman las trabajadoras sexuales, además del reconocimiento como trabajadoras y la erradicación del estigma que las machaca a ellas, a sus familias y su entorno.

Irene trabaja en una ONG y es madre de dos peques. Ella y su pareja hacen un buen equipo, con amistades que les echan una mano, pero la conciliación se le hace cuesta arriba porque sus familiares viven lejos. La pandemia ha evidenciado lo esencial que son los cuidados y, sin embargo, siguen considerándose un asunto privado y generalmente obligación de las mujeres, madres o hijas que necesitan y tienen derecho a ser cuidadas. Irene, como tantas otras cuidadoras, estira las horas del día y los escasos recursos socioeconómicos para una conciliación que resulta imposible.

Las medidas que se van adoptando ni siquiera atinan a paliar este grave problema. Queremos conciliar la vida, avanzar hacia otro modelo social donde el Estado y la sociedad civil pongan los cuidados en el centro.

Estas cuatro mujeres son un espejo en el que mirarnos. Son luchadoras decididas a no conformarse con injusticias como las que denuncian y nos interpelan a defender un feminismo que no deje a nadie atrás. Un feminismo que reconozca la diversidad de mujeres existente, que defienda los derechos de todas y particularmente los de las más olvidadas y excluidas. Un feminismo para todas, que haga de la nuestra una mejor sociedad.

Folleto para descargar:

Vídeo de la campaña:

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