Curso online “Por Los Buenos Tratos”, una experiencia más que positiva
22-junio-2021
Desde acciónenred Andalucía hemos llevado a cabo
del 6 de abril al 16 de mayo el curso online “Por los Buenos Tratos.
Prevención de la Violencia Sexista en Parejas Jóvenes” de 50 horas lectivas. Se
trata de un curso gratuito gracias a la financiación de la Dirección General de
Violencia de Género, Igualdad de Trato y Diversidad (Consejería de Igualdad,
Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía).
La demanda del curso ha sido muy llamativa pues en pocos
días se preinscribieron 480 personas, de las que finalmente pudimos inscribir a
110. El alumnado es fundamentalmente profesorado y agentes sociales que
operan con jóvenes en todas las provincias de Andalucía.
En el curso se han ofrecido
herramientas para desarrollar prácticas de intervención basadas en el Programa
Por los Buenos Tratos. Hemos dado respuesta a las necesidades planteadas por el
personal docente que en su práctica diaria encuentran multitud de dificultades
para hacer frente en el aula a la discriminación, la desigualdad y, en
ocasiones, incluso a actitudes violentas.
Hemos ofrecido nuevas narrativas sobre violencia sexista útiles y
cercanas a las vivencias de los jóvenes, evitando ese lugar común que son los
reproches exclusivamente dirigidos a los comportamientos individuales. Se trata
de una propuesta en positivo que persigue educar en valores y fomentar
habilidades dirigidas a fortalecer la mejor versión de cada persona y de la
sociedad en general.
El curso ha sido evaluado con sobresaliente en la encuesta
de satisfacción. En los comentarios se valora particularmente los recursos
ofrecidos, las perspectivas en las que son abordadas las materias y la
formación del profesorado.
Para las personas de acciónenred Andalucía que hemos coordinado e impartido el curso ha sido también una experiencia muy fructífera que ojalá podamos repetir pronto.
25N Urgen cambios profundos para acabar con la violencia sexista
24 noviembre 2020
Este 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Sexista, viene marcado por la pandemia. La crisis económica y social agravada por la COVID-19 ha visibilizado y aumentado la precariedad en que se encontraban cuidadoras de personas mayores, empleadas del hogar, trabajadoras sexuales y otras actividades feminizadas, donde hay además una importante presencia de mujeres migradas. Realidad que impacta de manera significativa en muchas víctimas de violencia sexista.
Durante la pandemia, se ha venido hablando del infierno que el confinamiento ha supuesto para muchas mujeres en situación de violencia. La tensión, el miedo a la muerte, la incertidumbre, las dificultades económicas, el confinamiento en una vivienda de reducidas dimensiones y el mayor aislamiento social efectivamente pueden contribuir a una escalada de la violencia. ¿Ha sido así?
En lo que va de año, 38 mujeres han muerto a causa de la violencia de género en España, es la cifra más baja a octubre, desde 2003, según el último balance del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad. Las denuncias han disminuido, según el Consejo General del Poder Judicial, en el segundo trimestre del 2020 ―en pleno estado de alarma, se produjeron 34.000 denuncias, un 14 % menos que el año anterior en el mismo periodo―, pero las llamadas al servicio 016 subieron un 27,5 % y su uso online aumentó un 493,5 %, según declaraciones de Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género. Es decir, han bajado los asesinatos de mujeres y las denuncias, pero eso no significa necesariamente que haya descendido el maltrato.
Laura Macaya en su magnífico artículo Para evitar “una nueva normalidad” de la violencia de género, publicado el 18 de mayo de este año en Ctxt,alerta sobre el error de considerar que el confinamiento es el motivo por el que las mujeres están encerradas con sus agresores. Como bien afirma también en este artículo, se corre el riesgo de considerar que las víctimas de violencia en el ámbito de la pareja o expareja están privadas, de forma total y absoluta, de la capacidad para tomar la más mínima decisión sobre su destino y que su voluntad y autonomía no existe y solo obedecen a los designios de otro u otros. No parece que este sea un buen camino para reforzar la autonomía de estas mujeres. Señala Macaya, además, las consecuencias de este enfoque: "Esta supuesta incapacidad de acción limita en las víctimas la posibilidad de entenderse como agentes de cambio de su propia situación, alimentando la desresponsabilización que justifica la necesidad de protección por parte de un agente externo”.
Reforzar la
capacidad de agencia es un aspecto central e imprescindible para
acabar con la violencia sexista. Ello lleva aparejado la toma de
conciencia del conjunto de la sociedad de los límites que la
dificultan y la necesaria transformación de los marcos económicos y
sociales que no anulan, pero obstaculizan en mayor o menor media, la
capacidad de decisión de las mujeres.
Esto implica
atender a la desigualdad, a las dificultades de acceso a una
vivienda, a la inestabilidad y precariedad laboral, a la
accesibilidad de las personas con diversidad funcional, a una ley de
extranjería que permite la expulsión de una mujer migrante
indocumentada que ha sufrido violencia de género si no ha logrado
una sentencia judicial firme, a la necesaria equiparación de
derechos de las empleadas de hogar con el resto de los trabajadores,
a los derechos de las trabajadoras sexuales o al reforzamiento de los
servicios públicos (educación, servicios comunitarios, sanidad,
dependencia, seguridad social…).
Reclamamos que el
cuidado y la sostenibilidad de la vida ocupen un lugar central en las
políticas públicas apostando por un modelo económico, social y
cultural basado en los derechos humanos, que contribuya a reforzar la
capacidad de agencia de las mujeres. Es esta una estrategia
imprescindible para mejorar la vida de las mujeres que sufren
violencia, así como la de sus hijos e hijas, y para construir una
mejor sociedad.
25N SEXO CON.SENTIDO
18-noviembre-2019
Este 25 de noviembre queda cercano a la sentencia de la violación de la
adolescente de 14 años de Manresa que, como la violación de la Manada de
Navarra, ha conmocionado a la sociedad. Aunque estos casos han tenido una
fuerte repercusión pública, el grueso de las violaciones que se denuncian (3 al
día) se producen en el ámbito familiar o entorno cercano a la víctima. Este
dato nos ayuda a comprender que no estamos ante un «puñado de energúmenos» que ejercen violencia, sino ante un problema social grave
que requiere de la implicación ciudadana para acabar con las mentalidades y
estructuras socio-políticas sexistas que lo avalan.
Este año nos movilizamos de nuevo para acabar con las agresiones
sexuales y todas las violencias contra las mujeres y contra las personas que, por
sus identidades, deseos o prácticas eróticas, padecen esta violencia sexista. Lo
hacemos exigiendo modificaciones legislativas que permitan un trato judicial
más justo para las víctimas de estas agresiones y también demandando cambios
culturales y sociales de mayor alcance, pues no podemos confiar la solución de
este grave problema al ámbito penal.
EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL ¡YA!
Resulta imprescindible una EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL y una EDUCACIÓN
CIUDADANA que acabe con la violencia y mejore nuestra convivencia. Las
normativas internacionales, estatales y autonómicas contemplan la educación
afectivo-sexual como parte fundamental de nuestros derechos sexuales y
reproductivos, pero en la práctica es una asignatura pendiente. Peor todavía,
la Junta de Andalucía quiere implantar el PIN Parental que requerirá el consentimiento
expreso de los padres para cualquier actividad con contenido de valores éticos,
sociales, cívicos, morales o sexuales. Las reflexiones del documento «Orientaciones técnicas internacionales sobre educación
en sexualidad» de la UNESCO bastan para desmontar los prejuicios
reaccionarios y las extravagancias que sostiene dicha iniciativa. Un veto
educativo que supone vulnerar el derecho de la infancia y adolescencia a
recibir formación afectivo-sexual en todas las etapas curriculares y desatender
la obligación de educar en valores compartidos.
EDUCACIÓN EN VALORES Y BUENOS TRATOS
La sexualidad es una cualidad humana muy relacionada con el bienestar
personal. Por eso debe basarse en los Buenos Tratos, esto es, en valores como
la igualdad de trato, el reconocimiento de todas las identidades de género y opciones
sexuales, la libertad para decidir qué se quiere y qué no, la responsabilidad,
el afrontamiento pacífico de los conflictos, el respeto… Valores que deben
guiar las relaciones eróticas al igual que cualquier otra relación
interpersonal con el único límite de no hacer daño ni hacérselo a sí mismo. Somos
responsables de nuestros actos, ya que podemos decidir nuestros
comportamientos, qué conductas realizar y cuáles rechazar. Todas las personas
tenemos la capacidad de basar nuestras relaciones en Buenos Tratos.
Una educación afectivo-sexual que, sin ignorar los riesgos, se oriente
a ensanchar los márgenes de libertad de las personas, reforzando la autonomía y
seguridad personal, especialmente la libertad de las mujeres, que en ocasiones
se cercena bajo la amenaza del estigma de zorra o «mala mujer» o en nombre de una supuesta mayor protección. «Yo decido» subraya este derecho de las mujeres a disponer del
propio cuerpo poniendo freno a lo que no se desea, pero también afirmando sin
censuras ni culpas los placeres eróticos que SÍ se desean.
SEXO SÍ, PERO CONSENTIDO
El sexo siempre y en todo momento debe ser consentido. Las relaciones
eróticas son un viaje sin destino, una ruta de placeres que van trazando las
personas implicadas y de la que cada quien puede apearse cuando quiera. Un viaje
en el que nadie debe privarse de expresar sus deseos sexuales ni tampoco de
poner los límites donde considere pertinente. Son las personas implicadas las
que han de decidir qué prácticas concretas desean realizar para buscar el
placer y satisfacción mutuos. La seguridad de que «en mi cuerpo mando yo», totalmente incompatible con cualquier imposición o
coacción, es lo que permite abandonarse al placer y disfrutar de la relación
sexual.
Los espacios de ocio, en ocasiones, sirven de excusa para justificar agresiones sexuales porque «yo estaba con el puntito», «ella decía que no, pero sí quería», «fue un descontrol» o «si me ha calentado, tiene que llegar hasta el final». Jamás puede estar justificado obligar a alguien a hacer algo que no quiere hacer. Cuando una persona dice no, ya sea a una práctica erótica concreta o a no continuar una relación que había comenzado consentida, NO ES NO.