Editorial: Andalucía tras las elecciones del 2 de diciembre

El hecho más destacable tras las elecciones autonómicas andaluzas es que se ha configurado un nuevo bloque de alianzas entre los partidos conservadores (PP, Ciudadanos, VOX) que ha permitido, por primera vez en la historia de nuestra comunidad autónoma, la configuración de un gobierno de derechas en Andalucía.

En acciónenred Andalucía consideramos muy preocupante esta situación: los partidos que hoy sustentan el gobierno andaluz hacen del adelgazamiento del sistema de bienestar, de la intolerancia, la exclusión y el retroceso en las libertades y derechos el núcleo central de su propuesta política. Las perniciosas consecuencias sociales de esto son imprevisibles. Por ello, consideramos imprescindible abrir un período de reflexión para explicarnos cómo ha acontecido tal giro en nuestro autogobierno y qué tipo de alternativas pueden proponerse.

Avanzando algunas ideas, creemos que en un primer análisis es necesario llamar la atención sobre tres fenómenos que han permitido la situación actual: la pérdida de apoyo electoral a los partidos de la izquierda, el incremento de la abstención y el aumento del voto a las opciones de derechas.

Así, si comparamos con los resultados de las elecciones autonómicas de 2015, los partidos progresistas han perdido cerca de 700.000 votos (más de 400.000 el PSOE y unos 280.000 la suma de Podemos, Izquierda Unida y otros partidos menores). Este fenómeno está relacionado con factores múltiples. Pueden destacarse, en el caso del PSOE,  su desgaste tras 36 años en el poder, sus gravísimos casos de corrupción, las poco ejemplares y nada edificantes luchas internas de poder y el caciquismo de la actual dirección andaluza, que sigue aferrada al sillón derrota tras derrota. En el caso de Adelante Andalucía las causas son también variadas. Parece evidente que la confluencia entre IU y Podemos no está aportando los resultados que se esperaban, que Podemos está acusando un serio desgaste desde su aparición en 2014 y que los problemas internos de este partido no han sido un gran aliciente para la movilización del voto progresista. Probablemente,la incapacidad de estos partidos en el año 2015 para formar gobierno en Andalucía y la decisión de Susana Díaz de apoyarse en la derecha (Ciudadanos) han pasado factura en términos de apoyo popular electoral. Entonces se perdió una oportunidad para hacer las cosas de otra manera. En 2015 las izquierdas podían sumar 67 diputados frente a los 42 que sumaban las derechas. En 2018 se ha invertido la situación (las derechas suman 59 escaños, las izquierdas 50). En nuestra opinión, los partidos políticos de izquierdas debieran reflexionar seriamente sobre su incapacidad manifiesta para llegar a acuerdos que permitan la configuración de gobiernos que ayuden a nuestra sociedad a afrontar sus graves problemas y a contrarrestar las alternativas reactivas de la derecha.

Junto a todo esto, parece también claro que la abstención ha jugado un papel significativo. La participación electoral ha sido la segunda más baja en la historia de las elecciones autonómicas; casi 42 de cada 100 andaluces han preferido no votar en estas elecciones. Se han abstenido 2.602.546 millones de andaluces, en torno al 41,35%; unos 400.000 mil más que en 2015. Además, se ha registrado el doble de papeletas nulas que en 2015 (de 41.000 a 81.000), hecho que probablemente esté conectado con la creciente desafección política. Esta abstención ha tenido principalmente dos consecuencias: ha afectado principalmente a los partidos de izquierda (la abstención refleja en gran parte la desmovilización del voto de la izquierda) y ha revalorizado el voto a la derecha (por las características de nuestro sistema electoral, partidos como VOX han necesitado menos votos para conseguir escaños en determinadas circunscripciones).

El tercer hecho preocupante al que nos referíamos, junto a la pérdida de apoyo electoral a la izquierda y el crecimiento de la abstención, es el ascenso del apoyo a la derecha. Aunque el Partido Popular acusa una seria bajada en votos con respecto a 2015, la suma de PP, Ciudadanos y Vox es de más de 1,8 millones, un récord histórico para las derechas en Andalucía, cuyo tope estaba en los 1,7 millones que obtuvo el PP en 2008. El porcentaje de voto a la derecha es también el mejor obtenido en unas autonómicas en Andalucía (un 49,94%). Es decir, la suma de las derechas saca su mejor resultado tanto en votos como en porcentaje en todas las elecciones andaluzas. El voto de la derecha se ha movilizado en Andalucía. De hecho, sólo dos partidos han mejorado con respecto a 2015: Ciudadanos y VOX.

Ni que decir tiene que, independientemente de la responsabilidad de los partidos, la propia ciudadanía es también responsable de aquello que vota o no vota, y de su decisión de votar o no votar (ambas actitudes legítimas) en un tiempo de incertidumbre como el que vivimos. En la conjunción de nuestra propia responsabilidad como sujetos políticos y la de aquellos que dicen representarnos están las claves que explican el resultado electoral.

Creemos que lo sucedido en Andalucía refleja algunas problemáticas que afectan de manera general a toda España. Entre ellas es necesario destacar en este momento al menos las siguientes: la situación de crisis de representación política que vive el país, el enquistamiento del conflicto entre el gobierno español y las fuerzas soberanistas catalanas, y la activación de un discurso que pretende erosionar consensos sociales en materias sociales clave como la inmigración y la igualdad de género.

Así, por un lado,  nos encontramos con lo que podría concebirse como una profunda crisis de representación política que afecta a los sistemas de partidos en toda Europa. Ésta hunde sus raíces en el profundo desprestigio de los partidos políticos tradicionales. Este hecho es de larga data y se ha incrementado como resultado de la decisión de las élites políticas tradicionales europeas de aplicar medidas de austeridad como mecanismo para afrontar la crisis económica. Amplios sectores de la población se han sentido abandonados por los partidos políticos. En este contexto, han surgido nuevas opciones políticas, algunas progresistas, otras conservadoras, que pugnan con los partidos tradicionales por ofrecer alternativas. Andalucía no es ajena a esta realidad internacional.

Por otro lado, es necesario reflexionar también sobre los efectos perniciosos del permanente conflicto territorial e identitario que se vive en España con respecto a Cataluña. Es razonable inferir que el enquistamiento de este conflicto, y la incapacidad mostrada por las fuerzas políticas para llegar a acuerdos, ha activado pulsiones conservadoras de carácter nacionalista en determinados espacios del electorado.

En nuestra opinión, las fuerzas políticas nacionalistas (españolas y catalanas) han jugado irresponsablemente a activar estos sentimientos identitarios, entendidos como incompatibles y mutuamente excluyentes, para confrontar a sus adversarios políticos, exacerbando los desencuentros y animando a la sociedad a entrar en una espiral de antagonismo que fomenta la intolerancia y el desacuerdo. Esta realidad bien pudiera haber servido de caldo de cultivo proclive al voto a las opciones políticas que con más estridencia y demagogia dicen defender los intereses generales de España. Además, ha podido desmovilizar a una parte del electorado que usualmente vota a las izquierdas pero que, sin embargo, no se ha sentido satisfecha con las alternativas ofrecidas para solventar la cuestión territorial y plurinacional en España.

Asimismo, junto a esta confrontación, las tres derechas, con diferentes intensidades, han articulado el mismo juego, animados por la competencia por el mismo espacio electoral, con respecto a otras cuestiones sociales sensibles que afectan a las identidades, como es el caso del recrudecimiento del discurso contra los migrantes, contra la diversidad sexual y la igualdad género. No es casualidad que uno de los principales objetivos del discurso de los líderes de la derecha sea atacar la movilización feminista, como hemos tenido ocasión de comprobar en el juego mediático orquestado entre las fuerzas de las derechas en torno al proceso de investidura del nuevo presidente de la Junta de Andalucía.

En resumen, las derechas en España han decidido orientar su actividad política hacia la erosión de valores sociales que venían permitiendo normas de convivencia y amplios consensos en torno a problemas complejos como el régimen autonómico, la integración intercultural o la violencia de género.  Tristemente, Andalucía será el “laboratorio de pruebas” de esta estrategia compartida entre las tres derechas, que pretende extenderse por todo el país.

Ante esta situación, desde Acciónenred-Andalucía creemos necesaria la activación de un proceso de seria y honesta reflexión sobre las causas y las actitudes a adoptar ante la nueva situación. Un proceso que debe abrirse en la sociedad en general y entre las fuerzas progresistas en particular para afrontar la oleada de conservadurismo que nos azota, que mueva a los responsables políticos a depositar la mirada en el futuro de nuestras sociedades,  y se encamine a establecer amplios consensos para conseguir mejorar la vida de la gente y profundizar nuestra democracia.

Hay que construir certezas y alternativas integradoras y motivadoras para la ciudadanía, que se resistan al resguardo en el miedo al diferente, al encastillamiento en la intolerancia y en las identidades excluyentes, y que fomente lo mejor de nuestros valores, fruto de siglos de conquistas sociales: democracia, derechos humanos, libertad, igualdad, solidaridad y la  búsqueda y protección del bienestar y el bien común.

acciónenred Andalucía, 20 enero 2019